miércoles, 20 de octubre de 2010

Esculturas

Siempre me he preguntado con qué criterios se decide la instalación de esculturas en el espacio público. Y me pregunto también quién lo decide, aunque en el fondo casi prefiero no saberlo, porque me temo lo peor visto, en muchas ocasiones, el resultado.

Comienzo una serie de esculturas urbanas, en la que habrá elementos hermosos, decentes, curiosos, divertidos y, por supuesto, adefesios.

Como principio fundamental, considero que la colocación de cualquier elemento público (sea una papelera, una farola o una fuente) conlleva una gran responsabilidad, pues en muchas ocasiones hacen ciudad.

La primera: empiezo con una escultura que no existe, más que su pedestal: monumento al cicloturista (¿a santo de qué?), que desapareció hace al menos quince años, y nadie tuvo la ocurrencia de eliminarlo por completo. Y ahí está.


5 comentarios:

  1. Con el frío que hace como para no irse el pobre cicloturista, jo! no lo recuerdo ahí subido.

    Saludines utópicos.

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  2. Ahora que no me podrás negar que las florecillas que lo adornan...no son bonitas.
    ¡Qué bueno eres, "jodío"!

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  3. Pues tiene su gracia. Podemos imaginar que somos cualquiera de nosotros, subirnos encima y posar. Democracia participativa.

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  4. Pues sí, parece un túmulo. Un objeto que estorba la vista y no deja crecer libres a esas preciosas margaritas...

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  5. yo creo que el cicloturista está bajo la lápida...

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