A mediados de agosto, sin mucho ruido, unos operarios entraron con maquinaria en los jardines del edificio Abelló y, al fin, colocaron las famosas farolas.
¿Su utilidad? Bueno, hay diferentes opiniones, desde quienes piensan que iluminan únicamente el verde y que para eso se lo podían haber ahorrado, hasta los que consideran que está muy bonito porque no debe haber espacios oscuros en una ciudad, faltaría más.
Para mí, sobraban.
Para mí, sobraban.
Únicamente vinieron los del ramo "farolas": la tierra vegetal sigue amontonada en el entorno de la zanja, con un claro riesgo de descalabramiento para los niños que allí juegan. Claro que, cuando uno se plantea solicitar que adecúen aquello, si tiene en cuenta el trato que dieron a los árboles del jardín, casi que prefiere arriesgarse a curar brechas antes que asistir a otra sesión de arboricidio integral.
¡¡¡Uyyyyyyyyy!!!, lo de no querer espacios oscuros, me han recordado otros tiempos.
ResponderEliminarMejor farola que árbol y si hay que quitar árbol porque molesta a farola, pues se quita.
ResponderEliminarEsta semana quitaron un tilo de San Marcelo, porque por lo visto atacaba a los transeuntes, a mí una vez me mordió un tobillo el "joio árbol".
En fín... besines.
Irma.-
¿sabe alguien en qué parte de los planes de estudio de nuestros hijos está la asignatura "sensibilidad"? Ah! Debe ser "desconocimiento del medio".
ResponderEliminarMe has recordado el momento en que en la playa a la que voy desde pequeña decidieron poner farolas, y bien gordas, enfocando al mar, para mayor seguridad. Adiós romanticismo, welcome despilfarro.
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