viernes, 15 de enero de 2010

Gatos


Apenas quedan gatos salvajes en el centro de las ciudades, expulsados por la falta de solares y perseguidos por un higienismo desmedido.

En este edificio, construido hará unos veinte años sobre una antigua zona industrial junto a un río -hábitat urbano idóneo para estos animales-, todavía perviven algunos ejemplaress, y ésta es la puerta de su casa. Reciben alimentos de, al menos, una pareja muy mayor -el hombre, que se acerca furtivamente, como si estuviera cometiendo una falta, se agacha con dificultad para retirar las bandejas vacías, e introducir otras nuevas-.

Esto de los cuidadores de gatos me recuerda a los que conocí en el Parque de María Luisa, en Sevilla; tres personas que no se conocían anteriormente entre ellas, pero que coincidieron llevando comida a los gatos del parque. Gatos que viven en la espesura, y que paren y crían a sus cachorros en lo alto de las palmeras, a salvo de los perros: es un espectáculo verlos trepar a alturas de más de diez metros, y bajar a sus crías una a una, sin apenas dificultad.

Los gatos leoneses, que no dejan que nadie se les acerque, se mueven por el barrio bajo los coches, a veces cruzan al río y otras van a buscar comida en casas cercanas, donde saben que algo les puede caer.

A pesar de lo prolíficos que son, hay muy pocos ejemplares (¿dos, tres?): alguna vez he visto una cría, alguna otra he encontrado un animal atropellado. Evidentemente, la escasa población no guarda relación, en absoluto, con que al lado de su casa hay un asador castellano donde cocinan crías de cordero y cochino, apenas recién nacidas, para placer de algunos carnívoros.

2 comentarios:

  1. ¿Dónde dices que está el asador?

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  2. Tracy, ya sé que te gusta probar cosas diferentes, pero ¿realmente te apetece gato frito?

    No, que es broma: te lo diré en privado, no sea que al identificar el lugar más asadores vengan por material...

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