Anoche tuve un sueño. Zapatero reflexionaba, antes de volver a León, sobre la actitud mostrada por sus ciudadanos hacia él (no ya porque no le votaran: es innegable que se advierte un desprecio de buena parte de sus ciudadanos hacia su persona, que Zapatero intuye está teñido de esa envidia que, en las ciudades más patéticas, se siente hacia aquellos paisanos que de una u otra manera triunfan), por lo que unos días antes de abandonar el poder y entregárselo a un Rajoy que se desperezaba de la siesta, hacía memoria de alguna de las cosas que había traído a León durante sus mandato y firmaba cinco decretos:
1. Decreto por el que acordaba el cierre del Inteco (Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación) y su traslado a Teruel.
2. Decreto por el que se traslada la sede central de la Unidad Militar de Emergencias (UME) a Toledo.
3. Decreto por el que resolvía trasladar el Centro de Denuncias Automatizadas de Tráfico a la ciudad de Albacete.
4. Decreto por el que acordaba cerrar la Ciuden -Ciudad de la Energía- y realizar las investigaciones de captura de CO2 en Reinosa.
5. Decreto por el que se paralizaba el Palacio de Congresos de León y se destinaban los fondos a la Casa de la Cultura de Tineo.
Cuando estaba a punto de llamar a su chambelán para que le trajera el sello presidencial desperté, sorprendido por un sueño tan absurdo: bien es sabido que León tiene el Inteco, el Centro de Denuncias, la UME, o está en construcción un pedazo de Palacio de Congresos, entre otras cosas, no porque Zapatero sea de León, sino porque se lo merece. León es una ciudad potente, dinámica, emprendedora e innovadora. Como todo el mundo sabe.