De la frivolidad de la sala vacía, a la intensa y brutal realidad con Gervasio Sánchez: "Desaparecidos", que expone los 25 años de actividad profesional de este magnífico periodista en torno a las desapariciones forzosas y los conflictos bélicos. Esta exposición es simultánea a otras dos en el CCCB (Barcelona) y La Casa Encendida (Madrid), con la misma temática.
Ver los vídeos en los que familiares de desaparecidos dan testimonio ante la cámara de su situación (una madre que ha perdido a sus cuatro hijas adolescentes hace más de 25 años; un padre que todavía busca a sus tres hijos y su esposa...), con una enorme dignidad, es un ejercicio imposible.
Querría copiar el texto íntegro de uno de los carteles que acompañan a varias fotografías tomadas en Destriana, un pueblo de León:
75 años después del inicio de la Guerra Civil y 35 años después de la muerte del dictador Francisco Franco, sólo se han abierto en España 231 fosas y se han recuperado 5.300 víctimas. Muchas de ellas aún no han sido identificadas y sus restos permanecen almacenados en laboratorios universitarios o privados. Sin lugar a dudas España, un país perteneciente al mundo más desarrollado, está a años luz de Bosnia-Herzegovina, Colombia, Argentina o Guatemala en la búsqueda de las decenas de miles de desaparecidos provocados por la contienda civil. La desidia de las autoridades estatales, regionales y locales ha influido en esta situación. Durante un funeral, la nieta de un fusilado recordó que su abuelo "no era sólo aquellos huesos", y se emocionó cuando dijo que "su espíritu, su voz y su ausencia todavía llenan nuestra casa". Su epitafio fue sencillo: "No nos mueve ni el odio ni la venganza, sino el amor por los nuestros. Hoy estamos cerrando una herida, convirtiendo el dolor en ternura".
Hermoso y duro.
La anécdota, que tiene su recorrido: como ya conté en la anterior entrada, había una sala en la que se apagaba y encendía la luz, y también que esa tarde estaba tormentosa; el hecho es que hubo tormenta y en un par de ocasiones se apagó la luz por unos segundos, lo que fue interpretado por algunos visitantes -así lo dijeron en voz alta- como parte de la exposición (ya que iba de desaparecidos, y eso). Me recordó a una muestra en la ya lejana Expo 92 de Sevilla, en la que veías unas cajas de madera de pino sin tratar y no sabías si era el embalaje de algo -y no, era una obra artística-, y seguidamente había un extintor y el personal se lo quedaba mirando con interés -y no, no era una obra de arte-.