No estando sujeto a la esclavitud de la inmediatez, traigo a este blog un evento sucedido en nuestra ciudad hace unos diez días que sirvió para aliviar la depresión e incertidumbre que embargan nuestros espíritus debido a la crisis (y que, sorpresa, en nada han variado con el advenimiento del nuevo Gobierno, como se nos prometía). Alivio leve y pasajero, pero alivio al fin y al cabo.
Me refiero al encuentro de Ferraris, vehículos sin par, que fueron exhibidos por sus propietarios aparcándolos frente al Parador de San Marcos y con paseos por las calles de la ciudad.
Me los encontré de casualidad el sábado por la mañana allí aparcados, y me llamó la atención el despliegue que había a su alrededor: nada menos que tres coches de la policía municipal y dos de la Guardia Civil. No se me ocurre mejor destino para estos trabajadores públicos que escoltar a tales vehículos.
Es un detalle que los propietarios de estos coches, algunos de hasta 400.000 euros, compartieran con los menesterosos y humildes sus posesiones, y permitieran reflejar nuestros rostros en sus brillantes y coloradas chapas. Qué lindo es gastarse la pasta en estas máquinas, y que nosotros lo podamos ver. Gracias, de verdad.
Lo mejor, de todos modos, me lo perdí: los ferraris hicieron parada en las puertas de la Catedral, siendo bendecidos (con el hisopo, como mandan los cánones) por un representante eclesial vestido para la ocasión. No es broma.
Pd1: Que el enlace que he puesto anteriormente sirva como aliento para esos once trabajadores víctimas de cierre de otro medio de comunicación.
Pd2: Pavos liberados.