En el pasado denuncié el malgasto de
agua que suponía tener fuentes públicas manando sin cesar.
Afortunadamente, el ayuntamiento me ha escuchado -al menos en alguna
fuente-, y ha tomado una solución intermedia: aunque no cambian las
fuentes, reducen el chorro notablemente.
Bien es cierto que los sedientos están obligados a beber a lametazos,
pero tampoco se puede ser tan exigente, con los tiempos que corren y ya
tan acostumbrados que estamos a dejarnos hacer lo que sea necesario, que
estamos en crisis.
Los microbios estarán encantados de correr de boca en boca.
ResponderEliminarAl parecer para algunos es difícil encontrar el equilibrio entre lo desmedido y lo razonable, una pena.
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