Aunque los paseos deben ser prioritariamente por León (o eso, o cambiar el nombre del blog), también de vez en cuando es positivo atravesar la frontera y salir a ver mundo para desasnarse.
Destino: Medina de Rioseco y su Canal de Castilla.
Para comer -de bocadillo algunos, de pastel salado y pastas caseras otros, de barra de pan rellena con lo que se pueda aquellos que olvidaron la cesta con la comida...- , una señorita muy competente nos indicó el lugar ideal: la ermita de Castilviejo, sita a unos tres kilómetros de la Villa.
Por el camino, la belleza absoluta.
Ya a la entrada de la ermita (con hechuras de iglesia, en realidad) advertimos que sus propietarios tenían claras las reglas del juego.
Nunca imaginamos hasta que punto.
El lugar era perfecto: una verde pradera, arbolada, con bancos a la sombra, mesas de merendero bajo techado para guarecerse en caso de lluvia, tasca para el postre y cafés...un paraiso terrenal.
-Magnifico- dijo uno-. Un lugar ideal para hacer una paella-. Pero allí, a la derecha...
-Venga, vamos a los bancos que hay hambre-, dijo otro. Pero al doblar la esquina otro cartel nos frenó:
Tras unos minutos de deliberación, y concluyendo que nadie planteaba hacer una misa negra o aquelarre, que eramos gente culta y que había varias Marías entre nosotros (en los demás aspectos nadie entró), decidimos proceder a comer.
-Mamá, tengo sed- dijo la más pequeña. -A la fuente, guapa-, contestó la madre.
-Suelta al perro-, dijo el más mayor...
-Saca el balón y damos unas patadas-, pidió el mediano...
Eso sí: en la tasca, quien quería fumar podía.
¿Quién dijo eso de que "Ancha es Castilla"?
jajaajaajajajajajajajajaajaja muy buenoo.
ResponderEliminarAbrazote utópico, Irma.-
Y la gente viajando a China. No hay que ir tan lejos para visitar la "La ciudad prohibida" la tenemos a una hora!!!!!!!.
ResponderEliminarJeje, muy bueno el relato de tan increíble sucesión de absurdos, vivirlo no debió serlo tanto...
ResponderEliminar;)