A principios de abril León sufrió unas fuertes lluvias que, combinadas con temperaturas suaves, propiciaron el deshielo de la nieve y la subida de los cauces. Este hecho fue recogido por medios de comunicación y particulares de manera exhaustiva.
El 1 de abril el caudal había subido notablemente, y por la tarde la pasarela de San Marcos estaba cerca de ser inundada, lo que sucedió en las primeras horas del 2 de abril.
Pasarela en la tarde del 1 de abril
Pasarela a las 8 de la mañana
A falta de obras, los efectos de las inundaciones (pasarelas rotas, acumulación de troncos y ramas, caminos impracticables... ) y la espectacularidad de las aguas atrajeron un buen número de gente.
Los patos, ajenos a la expectación, utilizaban los terrenos conquistados por unas horas.
Al día siguiente, jueves, escuché en la radio al concejal de obras, jardines, limpieza y no sé cuántas responsabilidades más (además de uno de los mayores expertos de nuestra ciudad en Semana Santa y el noble arte del toreo, cuidado) agradecer la obediencia (sic) de los leoneses a la hora de respetar las prohibiciones de paso en torno al río, y prometer que esa misma mañana el paseo estaría como una patena (sic) gracias a la diligencia de los trabajadores municipales. La pasarela se limpió enseguida, el paseo junto al río tardó un poco más.
La fuerza del río hizo que se produjeran grandes concentraciones del material arrastrado, alterando por completo la morfología de las pequeñas islas que habían dejado tras las recientes obras de eliminación del azud (y que costaron 400.000 euros).
La pasarela quedó cerrada sin previsión de apertura, por lo que los leoneses no fueron tan obedientes y la utilizaron; a día de hoy ha sido herméticamente cerrada, sin que se sepa cuándo se podrá utilizar de nuevo.
Leoneses desobedeciendo al ayuntamiento
Dicho lo cual, vamos al lío: esta entrada no pretendía documentar los efectos del agua y sus consecuencias, sino poner de manifiesto lo guarros que somos.
Una vez que las aguas volvieron a su cauce, la vegetación del río quedó inundada de plásticos, de todos los colores y tamaños, como una muestra del espíritu incívico que tenemos y del grave problema de una sociedad despilfarradora e incapaz de controlar lo que genera.
Días más tarde estuve en el río Torio y recogí restos de plásticos durante cinco minutos de reloj, en una pequeña parcela, consiguiendo un buen montón.
¿Pero cómo podemos ser tan gorrinos? Prescindiendo de los problemas ambientales generados, ¿nos tenemos que acostumbrar a ver todo el río festoneado de plásticos que tardarán años en degradarse, o hacemos algo?
Me parece oír al río de fondo “ea, ahí os devuelvo lo que me tirasteis” En fin, la gente es sucia, pero también hay que pensar que con lo que tarda un plástico en degradarse puede que sean sólo 10 personas que van día si, día no al río… Pero coincido, ¡debemos hacer algo! Tu ya has empezado, empleando tu tiempo para quitarlos ;)
ResponderEliminarPedazo reportaje. ! Todavia nos quitas el pan de nuestros hijos con tanto trabajo de investigacion!.
ResponderEliminarYo pienso igual. La naturaleza nos esta haciendo pagar nuestros errores, esperemos aprender algo de esto.
De dónde saldrán esos bidones de plástico que SIEMPRE aparecen (conjuntamente con trozos de poliespan blanco) cuando el río crece!! ��
ResponderEliminarJ.L. no se si viste el ultimo programa de Salvados.echale un vistazo.M
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