Sé que corro el riesgo de apolillarme con tanta visita a eventos lóbregos, fetichistas y amojamados: allá la generala, acá el pendoneo, acullá la Iglesia (con mayúsculas)...Todo sea por esos interesados lectores que buscan la información sagaz y de actualidad de nuestra ciudad, provincia o galaxia.
Cuenta el BOE que David Álvarez acaba de recibir, por gracia del Rey de España, el título nobiliario de Marqués de Crémenes.
David Álvarez es conocido por ser el fundador de la empresa de servicios Eulen; en León, también por ser el impulsor del colegio privado Peñacorada -muy cercano al Opus Dei y que forma a los niños para ser líderes empresariales (sic)-, del Instituto de Estudios Bíblicos, o motor de la estación de esquí de San Glorio (ya no). Últimamente es más conocido por las peleas que mantiene con cinco de sus siete hijos, que incluyen disputas en los tribunales, desheradacionesy cuchilladas varias.
Los marquesados los concede el Rey por su gracia florida (el nuestro lleva ya 35 concedidos), y pretende mostrar su aprecio (real) al elegido, que puede ser un banquero, un escritor, un empresario, un editor o un entrenador de fútbol. Conlleva una cierta, ejem, dignidad, el derecho a ser llamado "señor marqués", y el pago de 507,25 € a Hacienda por parte del elegido.
En el caso de David Álvarez, su Majestad destaca su "dilatada y fructífera trayectoria" destacando "por su capacidad de adaptación a
las necesidades del mercado y su preocupación por la formación
profesional".
Don David pasa, pues, a formar parte del olimpo de marqueses españoles recién nombrados, junto al banquero Alfonso Escámez, el empresario de la construcción Villar Mil (véase Gurtel), el escritor Camilo José Cela, los editores Javier de Godó (La Vanguardia) y José Manuel Lara (La Razón y Grupo Planeta), etc.
Don David tiene 86 años; el otro día lo vi y caminaba con mucha dificultad, apoyado en un propio y sin apenas girar el cuello. Me pregunté que cuál sería el motor que puede mover a una persona en esas condiciones a seguir batallando, incluso contra sus propios hijos, por dinero y poder. Un dinero que no tendrá ocasión de gastarlo, por mucho que se empeñe.
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