Cada vez que este paseante viaja a Madrid en transporte privado y tiene que descansar, repostar combustible o tomarse algo, puede parar en numerosos lugares a lo largo de los trescientos y pico kilómetros de recorrido, excepto en uno: Tordesillas y sus alrededores, donde el aire hiede a polvo y sangre provocada por la bestialidad de unos cuantos de sus vecinos. Una forma de protestar como otra cualquiera, que le deja bien a gusto.
La tortura de un animal para divertirse no tiene justificación alguna.
Me uno a tu iniciativa! mientras Tordesillas huela así yo tampoco pararé!
ResponderEliminarComparto tu idea sobre la tortura animal. No tiene ningún tipo de justificación. Y además, hasta ayer no había visto las imágenes de Tordesillas y no sabía de la brutalidad que había allí. Es horrible... Esta mañana leí que lo remataron con un destornillador. Pobre animal. Eso no puede ser normal. Un abrazo
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